Casi 40 años después del histórico sobrevuelo de la Voyager 2, la NASA está en las etapas iniciales de planificación de una misión sin precedentes al sistema de Urano. El objetivo: explorar sus lunas heladas en busca de océanos subterráneos de agua líquida que podrían cambiar nuestra comprensión de la habitabilidad en el universo.
Esta misión representa un salto cualitativo en la exploración planetaria, y podría ofrecer pistas clave sobre la posibilidad de vida en otros mundos, especialmente en exoplanetas similares a Urano, los llamados "gigantes de hielo", que abundan en la galaxia.
Los secretos que dejó la Voyager 2
En 1986, la Voyager 2 se convirtió en la primera y única nave en visitar Urano. Las imágenes capturadas entonces revelaron un mundo enigmático: un planeta azul verdoso con lunas grandes, cubiertas de hielo, pero poco más se pudo averiguar. Sin embargo, los datos recopilados han inspirado generaciones de científicos, y ahora, décadas después, una nueva misión podría desentrañar los secretos que quedaron ocultos.
Detectando océanos con oscilaciones lunares
La misión a Urano contará con una herramienta revolucionaria: un modelo informático desarrollado por investigadores del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (UTIG). Este modelo detectará océanos subterráneos a través del análisis de pequeñas oscilaciones en la rotación de las lunas.
Cuando una luna con un océano interior gira, se tambalea ligeramente. Este bamboleo es mayor si la superficie helada de la luna está flotando sobre un océano líquido. Por el contrario, una luna completamente sólida mostrará un tambaleo menor.
Doug Hemingway, científico planetario de UTIG y desarrollador del modelo, explicó la importancia de esta técnica:
"Descubrir océanos de agua líquida dentro de las lunas de Urano transformaría nuestra forma de pensar sobre el abanico de posibilidades en que podría existir vida".
Un océano bajo la superficie de Ariel
Una de las lunas candidatas más prometedoras es Ariel, la cuarta más grande de Urano. Se cree que está compuesta de roca y hielo en proporciones similares. Según cálculos teóricos, si Ariel oscila aproximadamente 300 pies durante su órbita, podría albergar un océano de hasta 100 millas de profundidad, cubierto por una capa de hielo de 20 millas de espesor.
Esta misma técnica ya fue utilizada con éxito para confirmar la existencia de un océano global bajo la superficie de Encélado, una luna de Saturno. Ahora, los científicos esperan aplicar estos avances a las lunas de Urano, ampliando así las técnicas de detección oceánica a nuevos entornos.
El futuro de la exploración planetaria
Si la misión tiene éxito, podría abrir una nueva era en la búsqueda de vida extraterrestre, enfocándose en los gigantes de hielo y sus lunas. Neptuno y sus lunas también se convertirían en objetivos prioritarios.
Además, los astrónomos podrían utilizar estas técnicas en futuras misiones a exoplanetas similares a Urano. Los gigantes de hielo, detectados en gran número fuera de nuestro sistema solar, podrían ser más comunes de lo que se pensaba y, potencialmente, más habitables.
Krista Soderlund, profesora asociada de UTIG y colaboradora en el diseño de misiones a Urano, destacó la importancia de esta investigación:
"Podría ser la diferencia entre descubrir un océano o descubrir que no tenemos esa capacidad cuando llegamos".
El equipo planea ampliar el modelo para incluir datos de otros instrumentos, como radares de penetración de hielo, similares a los utilizados en la reciente misión Europa Clipper de la NASA.
Urano: una ventana al cosmos
Urano, el gigante de hielo olvidado, está a punto de convertirse en un centro de atención científica. Sus lunas, que una vez fueron meras manchas en las imágenes granuladas de la Voyager 2, podrían ser mundos oceánicos capaces de albergar vida.
A medida que la NASA avanza en la planificación de esta audaz misión, el mundo espera con ansias lo que podría ser el próximo gran descubrimiento en la exploración espacial: la confirmación de que no estamos solos en el universo.
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Fuente: Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas en Austin (UTIG), NASA/JPL-Caltech.
Autor: Redacción La Ciencia Espacial.